"Soy enemigo de mí y soy amigo de lo que he soñado que soy".
Si supieras lo que sentí cuando reconocí tu perfil en la ventana de un bar del centro de Buenos Aires. Me tembló hasta la conciencia. Porque pensé que sería ésta la última oportunidad decirte lo que malogré escribiendo a quien no correspondía. Pero es que estabas tan contenta conversando con el espejo oblícuo de mis ganas: un tipo con cara de lo que me diera ganas de decir. Y no me animé a frenar, porque entre la dignidad, Marión, también está el amor. Y no quiero tu sonrisa piadosa, ni hablar del trabajo, de política, y otros temas meteorológicos.
La encontré, sí, pero era algo que debía haber limitado a la literatura.