Laleft

"Soy enemigo de mí y soy amigo de lo que he soñado que soy".

sábado, mayo 28, 2005

 
¿Cuáles manos calentarán tu piel? ¿Cuáles ojos dolerán en el cuarto sin luz? ¿Cuáles piernas notarán tu ausencia? ¿Qué pecho respirará con vos?
En la balanza de motivos cae un más por cada cuatro no. (Sin embargo, la balanza no pesa dos veces de la misma forma).

lunes, mayo 23, 2005

 
Una tarde de hace unos años, no muchos, me sentía más que mal. Como engripado, pero de melancolía, o nostalgia, no sé, y con un avezado sentido de la soledad.
Marión se paraba en mitad de mis sueños. Yo iba caminando hacia ella, y cuando ya casi la alcanzaba, Marión tomaba cualquier dirección, siempre delante de mí, y yo la seguía. El sueño se metía dentro de ella.

Por aquellos días, pues, le pedí a Silvio que me hiciera una canción. Una que rompiera el sorteligio. Y esta canción hizo:

Todos los días se pinta de blanco,
sale a la calle llena de colores
y a cada minuto recibe un brochazo
en la piel.

Su espalda, sus manos, su rostro,
van siendo invadidos por luces y sombras,
se le van encendiendo de fiebre y de frío
de forma que cuando regresa y se mira
no está.

Malvive bajo su avalancha.

Ahora está sin salir,
casi nadie merece su amor
pero saldrá cuando vayas
por él.

Ahora te espera en su tumba
ambulante, llena de color,
hasta que tú la deshagas
de amor.

Ahora te espera de noche en su cuarto
hasta que quieras entrar y salvarlo
de lo que nunca ha elegido
y arrastra con él.

Tú, que de un beso lo configuraste,
tú, que le echaste más blanco y lloraste,
eres la vieja navaja que espera
su piel.

Quiere blasfemar contigo de Dios,
de los hombres y de él.
Quiere llegar más allá
de la luz.

Quiere destruir las flores
con que se engañaron los dos.
Quiere arrancar de su tierra
una cruz.

Quiere olvidar que ha crecido educado,
quiere a tu hijo para empinarlo,
como un papalote invencible
vencedor del sueño.

Quiere decirle a cada vecino
que salga de sus miserables paredes,
que tome la vida de ustedes,
que no hay escondrijos.

Y espera que vayas por él.

Que no te espera mujer
a que vayas a hacer el amor,
mas bien, la guerra es lo que quiere
hacer.

Con veintipico de fechas
respalda su sana elección.
Con veintipico de muertes,
su amor.
Gracias.

sábado, mayo 21, 2005

 
Anteayer, mientras iba completando el recorrido del subte D, desde Congreso a Catedral, leía la página setenta y seis de mi edición de “El mundo sumergido”, de J. G. Ballard.
Sentado en el longilíneo asiento lateral del anteúltimo vagón, masticaba las hileras de texto encerradas dentro de las deterioradas y amarillentas hojas de un libro más viejo que yo. Una edición de treinta y cuatro años.
Aunque estaba sumido en la lectura, revisaba -con ráfagas de vista- el reflujo de gente que se desataba en cada estación.

Dificultosa tarea la de liberar palabras a tan tempranas horas del día. Pero así y todo, los espesos párrafos de la novela se prendían al consciente con suavidad y raramente originaban esa sensación de haber perdido el control de la lectura.
Uno de los pasajes del libro se presentó con luminiscencia propia. Como si fuese la lumbre al servicio de la compresión.

Recordó a las iguanas que habían gritado y embestido en la escalinata del museo. Así como ya no era válida la distinción entre contenidos latentes y manifiestos del sueño, del mismo modo nada dividía ahora lo real de lo sobrerreal en el mundo exterior. Los fantasmas se deslizaban imperceptiblemente de la pesadilla a la realidad y otra vez a la pesadilla, y los paisajes terrestres y psíquicos eran indistintos, como lo habían sido en Hiroshima y en Auschwitz, en el Gólgota y en Gomorra.
[…]
-Es raro, pero mientras miraba esa cúpula me pareció volver a la infancia. Para decir la verdad, la había olvidado bastante. A mis años no hay más que recuerdos de recuerdos.

Quién sabe, pues, qué fantasmas se nos escapan o se escurren en los sueños. Qué recuerdos no son sólo recuerdos de recuerdos de recuerdos.
Llegado el caso, Marión es mi recuerdo de Marión.

viernes, mayo 13, 2005

 
Ciertamente, si tuviera que pensar hoy de qué forma puedo encontrar a Marión, terminaría condenado.
Y que no se crea que el día y su número tienen alguna cosa que ver. Todo lo contrario.

Sin embargo, en estas esporádicas renuncias es cuando, incomprensiblemente, juego todas mis fichas al azar.

jueves, mayo 05, 2005

 
Después del trabajo pasé por una agencia de viajes. Me agarró antojo de turismo.
Cuando me abordan esos impulsos, poco más ligados al sentimentalismo que a la aventura, sospecho. Creo que son marcas de Marión, legados secretos para corazones endebles, inercias que propagan los fuertes de espíritu, quienes llegan a vivir más que sus almas; los que con pasiones radicales estimulan las esperanzas secas de otros.

Pero tales impulsos se dejan consumir en el apuro por su propia refulgencia, emborrachados de oxígeno, como brasas diminutas que se lanzan desde las hogueras, brillando ávidamente, contrastándolo todo. Mas, enlutándose en caída, tal que formen un sólo llano con el frío y mórbido silencio de la tierra.
Marión es hoguera, es fuego que se nutre de su rastro de cenizas, es remoto resplandor que no se apaga.

domingo, mayo 01, 2005

 
Marión no tiene un cuerpo privilegiado. Más bien tiene un cuerpo intrigante, de los que dan ganas de andar investigando. Por su proporción, no sé, su manera de andar y de estar quieta. Es de esos cuerpos que se expresan, que uno cree que piden a gritos tus manos. Uno cree.
Si intentara describir las sensaciones que me provocaba recorrer el cuerpo desnudo de Marión, esto se llenaría de nosés. Tendría que ser muy preciso, muy retórico, y ya no estoy para detalles lujosos. Sería echar más demonios en el alma.

Pero recordé que alguna vez escribí unos versos para ella, que nunca le llegaron. Tales palabras se reunían a decir sobre aquellas sensaciones: la de la piel ajena, la piel querida, la más natural posible, la de la mañana.

Sobre el lecho callado levitan gemidos,
sobre lento derrame de brotes
orgásmicos.
Gotean mis besos en tu vientre tendido,
aun entre el sueño y
el idilio fantástico.

En el horizonte tus pechos me piden
regreso,
en tus manos mis manos, en tu piel mi proceso.

Delicioso dolor que inminente parece,
asciende o desciende, enloquecida, la calma.
La sangre febril su torrente adolece,
se apiñan sentidos en la piel y en el alma.

Cosas de chicos.


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