"Soy enemigo de mí y soy amigo de lo que he soñado que soy".
Siempre fui a buscarte. Adónde sea que hayas ido. Ahí estaba, esperando que salieras para llevarte a tu casa. Es que jamás quise a nadie de esa forma. Después de vos también amé, pero con albedrío y con razón.
Hay una gruesa bolsa blanca donde yo juntaba los papeles, como un terciado bíblico narrativo de las horas que estuvimos separados. Cuando te necesitaba y me lloraste de urgencia. Están en esa bolsa las palabras más sinceras, que son las más torpes y cansinas.
Entre los versos del amor a quemarropa, se guardan los deseos inmortales de ir a buscarte, como cada vez, en la escalera de la facultad, con nuestro hijo en mis brazos.